Un embarazo normal no es una enfermedad y dar a luz es un acto fisiológico. Pero escuchando el repaso a la historia de la obstetricia que nos hace Margarita García de Vicuña, podemos entender cómo y porqué se llegó a una atención extremadamente intervencionista. “Durante la historia ha habido muchísimas muertes maternas y fetales, por lo que cuando el profesional dispone de tecnología para controlar a esa mamá y a ese feto, hace uso de ella” nos explica. Las tecnologías y procedimientos que ayudan a la seguridad (monitores fetales, control de la dinámica uterina…) rápidamente desembocan en que lo profesionales “quieran controlarlo absolutamente todo, lo que provoca que se abuse de esta medicalización y se realicen intervenciones innecesarias”.
A la tecnificación de la época se le suman otros factores, como el traspaso mayoritario del parto en domicilio al hospital y un crecimiento de la natalidad. “Hubo un boom de nacimientos. En un gran hospital como Vall d’Hebron, una matrona podía estar controlando entre seis y ocho mujeres” nos cuenta. Además, no se trabajaba con la visión actual en la que es fundamental que el profesional informe y escuche al usuario en lo relativo a su salud. “Entonces tenemos a una mujer que no está informada y que piensa que no puede participar de las decisiones” asegura la matrona.
Cambio de paradigma
García de Vicuña afirma que este modelo de atención ha cambiado en la gran mayoría de lugares. El viraje de paradigma llega por diversas razones: la evidencia científica y la demanda de los profesionales y la sociedad en su conjunto. “Las instituciones se dan cuenta de que hay actuaciones que son totalmente innecesarias, la mujer está mucho más informada y las sociedades científicas o las asociaciones de profesionales empiezan a ver la necesidad de un cambio” nos cuenta la matrona.
“Un embarazo de bajo riesgo no requiere de tantísima tecnificación y el resultado a nivel científico es exitoso, por lo tanto, hay que seguir en esta línea” dice Margarita. En este aspecto las matronas han sido pioneras, recuperando el liderazgo en la atención al parto y siendo promotoras de su humanización. García de Vicuña recuerda que el parto natural requiere un “apoyo psicológico, un ambiente confortable” y una “atención personalizada” que supone para las instituciones una inversión en personal e infraestructura.