Enfermeras, comunistas, solidarias y judías

Enfermeras, comunistas, solidarias y judías

Te contamos la historia de las conocidas como "Mamás belgas", un grupo de 21 mujeres de origen judío y el trabajo que realizaron como enfermeras en el hospital Militar Internacional de Onteniente durante la Guerra Civil Española.

En abril de 1937, el convento de los padres franciscanos de Onteniente se convierte en el hospital militar conocido como “El belga” por el doctor Albert Marteaux, uno de sus impulsores que era también diputado socialista por Bruselas en su Parlamento. Un hospital que funcionaba con la solidaridad internacional.

Poco después, el 1 de mayo, un grupo de mujeres llegó desde Bélgica y Holanda a España durante la Guerra Civil. Se trataba de voluntarias enroladas en las Brigadas Internacionales, la gran mayoría sin experiencia profesional en Enfermería, que decidieron abandonar sus países para ir a miles de kilómetros a cuidar a los soldados que combatían el fascismo en España. Muchas de sus parejas luchaban en las brigadas internacionales y ellas también quisieron contribuir en la lucha contra el fascismo trabajando como enfermeras en este hospital.

De Europa del Este a Valencia

De origen judío y procedentes de Polonia, Hungría, Rumanía y parte de lo que hoy es Ucrania, estas mujeres terminaron siendo refugiadas en Bélgica en los años 30. Huyeron de sus países después de la I Guerra Mundial y pronto entraron en contacto con el Partido Comunista. Su idea era venir a España para proteger la República. Ellas, al igual que otras cientos de voluntarias, creían que merecía la pena luchar por mantener este tipo de sociedad abierta y de ideología más liberal y de ideas nuevas frente a regímenes nacionalistas y fascistas.

Durante dos años, estas mujeres que no habían visto a un herido de guerra en su vida, estuvieron trabajando en el Hospital Militar de la localidad valenciana de Onteniente. Cuando llegaron a España muy pocas tenían formación sanitaria y ni tan siquiera hablaban castellano. Vivieron una situación muy complicada porque, cuando comenzaron a trabajar como enfermeras en el hospital, 400 heridos llegaron del frente de Madrid y tuvieron que aprender el trabajo de la enfermería sobre la marcha observando a otras compañeras.

En Onteniente se llevaron a cabo algunas de las primeras operaciones de cirujía fina, técnicas novedosas de anestesia o modos de conservación de la sangre para posteriores trasfusiones. Este hospital, en el que trabajaba mucho personal extranjero, ayudó al avance de la enfermería y la medicina española.

Ni mamás, ni belgas

¿Por qué se las denominó como “las mamás belgas” si no eran ninguna de las dos cosas?  Se cree que “mamá” era como se referían en época de guerra a las enfermeras; una figura cuidadora femenina que para muchos soldados jóvenes se asemejaba a sus madres. El apelativo de “belga” se les da porque para la población local, todos los del hospital hablaban en un idioma raro que ellos pensaban que era belga, cuando en realidad era yidis, el idioma compartido por los judíos del Este.

La comunicación con el resto del personal sanitario fue una de los grandes problemas a los que este grupo de enfermeras se enfrentó. Antes de venir a España, estas mujeres recibieron un curso de tres días en el que se les trató de enseñar lo más básico de nuestro idioma, pero esto no fue suficiente para entenderse con las otras compañeras y compañeros que trabajaban en el hospital. Esto originó diversos malentendidos como cuando les explicaron que, tras tomar la temperatura a un soldado, debían agitar el termómetro para que el mercurio volviese a su posición y poder utilizarlo de nuevo. En su idioma la palabra “agitar” significaba “romper” y, cada vez que tocaban un termómetro, en lugar de agitarlo lo rompían.

Sobreviviendo al olvido

Vera, Golda y Rachela Luftig, Lya Berger, Henia Hass, Rachel Wacsman, Hilda Wajnsztejn, Rajza Gold-finger, Genia Gross, Lucy Blitzer, Frieda Buchhalter, Lily Friedman, Olga Harmat, Gutka Kinzclewska, Anna y Adela Korn, Rosa Leibovic, Marie Mehrel, Stunea Osnos, Rachel Oulianetsky y Cyla Vospe son los nombres de estas 21 enfermeras que decidieron jugarse la vida por sus convicciones.

Lamentablemente su historia, olvidada durante muchos años, terminó de forma trágica. Tras el fin de la guerra y la instauración en España del régimen franquista, esta veintena de enfermeras se vió obligada a volver a su país. Allí, conocidas como “las españolas” por haber ayudado al bando republicano durante la Guerra Civil, y debido a su origen judío,  fueron perseguidas por los nazis y entraron en la resistencia armada.

Muchas familias y niños que vivían de manera clandestina necesitaban de la asistencia de personal sanitario que ayudase en partos, en la cura de heridos, etc. Un trabajo que “las mamás belgas” pudieron realizar gracias a su experiencia como enfermeras en el hospital de Onteniente. Debido a esto, y a la participación de algunas de ellas en la resistencia armada, muchas fueron apresadas y trasladadas a campos de concentración como Auschwitz o Ravensbrük, donde varias acabaron perdiendo la vida.

Un grupo de mujeres que quiso romper con los estereotipos clásicos de su rol de género. Enfermeras que contribuyeron al bienestar de la sociedad en plena Guerra Civil Española y en la II Guerra Mundial. Mujeres solidarias y valientes que casi quedaron en el olvido, pero cuya historia ha quedado plasmada en el documental y en el libro «Las mamás belgas», del periodista Sven Tuytens.

Estás viendo:
Enfermeras, comunistas, solidarias y judías

¡Compártelo!