El artículo 40.2 de la Constitución Española encomienda a los poderes públicos, como uno de los principios rectores de la política social y económica, velar por la seguridad e higiene en el trabajo. Sin embargo, en determinadas ocasiones, es el caso de la profesión enfermera, parece que todo vale.
La pandemia demostró la importancia de la profesión enfermera, sin embargo, esto no se ha traducido en mejores condiciones de trabajo, sino, más bien, todo lo contrario.
El valor del trabajo esencial
El día Mundial de la Seguridad y Salud en el Trabajo es una oportunidad para alzar la voz sobre nuestros derechos en materia de prevención de riesgos laborales. Unos derechos que, como explica la Organización Internacional del Trabajo (OIT), no pueden quebrantarse por el valor del trabajo esencial, todo lo contrario, es importante que ese trabajo esencial implique una superprotección social, laboral y económica.
Las condiciones laborales en ocupaciones como el trabajo asistencial reflejan la segregación de género de las mujeres, la baja remuneración y las diferencias salariales.
Los trabajadores de la salud, especialmente las enfermeras, se enfrentan a importantes retos en materia de seguridad y salud en el trabajo, incluidos la exposición a riesgos psicosociales.
Riesgos psicosociales
Estrés, burnout, sobrecarga laboral, sobrecarga emocional… Efectos producidos principalmente por las características del puesto de trabajo, los turnos y el horario, la estabilidad en el empleo y cuyos efectos sobre la salud de enfermeras se traduce en mayor irritabilidad, ansiedad, frustración, impotencia, fatiga crónica, palpitaciones, insomnio, úlceras gástricas, hipertensión, aparición de alergias o resfriados frecuentes, entre otros. Otros, mucho más graves.
Ergonómicos y físicos
Los riesgos ergonómicos se producen por las posturas forzadas, la bipedestación o sedestación prolongada, el manejo manual de cargas, la movilización de pacientes o las tareas repetitivas. Pueden provocar problemas visuales, trastornos músculo esqueléticos (principalmente de espalda y dorso-lumbares), hernias, fracturas y alteraciones del metabolismo, entre otros muchos.
Biológicos
Se trata de un bloque de riesgos con consecuencias especialmente graves. Contagios por cortes, pinchazos, salpicaduras de sangre o fluidos a piel o mucosas… de bacterias, hongos, virus o parásitos, que pueden dar lugar a enfermedades, conocidas o de más reciente aparición. Y para las que, en ocasiones, no se cuenta con medidas preventivas suficientes ni se conoce tratamiento eficaz, llegando a ser en algunos casos letales como, por ejemplo, el virus del Ébola o la COVID-19.
Químicos
Exposición a medicamentos peligrosos (entre ellos los citostáticos), a agentes anestésicos inhalatorios, esterilizantes y desinfectantes, formaldehído, etc., que pueden provocar alergias al material, afecciones cutáneas, dolores de cabeza, náuseas, mareos, desarrollo de un cáncer, abortos espontáneos, malformaciones congénitas, infertilidad,etc. Un sin fin de efectos que convierten la profesión enfermera en especialmente peligrosa.
Sociedades resilientes
Sólo protegiendo a los trabajadores esenciales, expresa la OIT, conseguiremos sociedades resilientes que puedan afrontar nueva amenazas, como lo fue la Covid en 2020.